El miedo al ridículo y la bendita locura
El miedo al ridículo nos dificulta sobremanera a la hora de alcanzar nuestros logros. Este miedo es uno de tantos que vamos aceptando e integrando en la vida cotidiana conforme nos hacemos adultos, y se trata sin duda de un ingrato compañero de viaje.
La vergüenza ante el qué dirán los demás resulta demoledora de cara a cumplir nuestras expectativas, en cualquier ámbito. Por miedo a fracasar sucede que nos callamos aquéllo que pensamos, que rechazamos oportunidades que consideramos que no nos merecemos, que dejamos escapar a quien queremos y deseamos conservar, e incluso que retrasamos y finalmente declinamos emprender multitud de ideas geniales.
A los niños no les ocurre. Cuando comienzan a andar, caen de bruces cientos de veces y vuelven a intentarlo. Cuando aprenden a montar en bicicleta, los moratones y heridas de los primeros encontronazos no les detienen. Cuando estudian cómo leer y escribir, no piensan en que sus compañeros de clase los juzguen o sus profesores los castiguen. Lo intentan, luchan, pelean. Cada día. Sin miedo al ridículo. Y, al final, consiguen caminar, pedalear, leer y escribir. ¿Por qué conforme crecemos cambiamos nuestra forma de afrontar los retos?
Tenemos que PRACTICAR. Muchas, muchas veces. Cometer errores no es fracasar, es encontrarse en el camino. Cuando a Edison le recordaron que había fallado en mil ocasiones antes de inventar la lámpara incandescente, él corrigió a su interlocutor aclarándole que, en realidad, lo que había conseguido era averiguar mil maneras de cómo no fabricar una bombilla. Si hubiera desistido, tal vez me encontraría ahora escribiendo a la luz de una vela.
A muchos de los que superan su miedo al ridículo y al fracaso, los demás suelen tacharlos de locos. Sólo por intentar cosas que la mayoría no se atreve ni a plantearse. Y resulta que, una vez que logran cumplir sus anhelos, sus sueños, esos mismos locos pasan a ser automáticamente tipos con suerte. El género humano es así.
En cualquier caso, bendita locura. Porque, además, se contagia. Tener a una persona así cerca, remueve por dentro.
Tal vez se trate en considerarlo como un juego. En volver a ser críos. En desaprender, e inspirarse en ellos.
Con cariño, Rafa Ferrer.
03/04/2013 en 23:58
Efectivamente yo vivo obsesionado con este tema pues aunque soy capaz de superar el miedo al ridículo,me gasto muchas energías
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04/04/2013 en 21:30
Gracias rafa!! por poner luz muchas veces en nuestro camino…un beso
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06/04/2013 en 10:49
Muchas gracias a todos por compartir la publicación y por vuestros comentarios, tantas muestras de cariño me animan de forma increíble a seguir con ésto. Un abrazo muy fuerte!
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28/04/2013 en 21:27
Muy bueno tu Blog! Me encanta tu forma de escribir!Sigue así.
Porfavor pasate por mi blog y valora mis poemas y opina sobre ellos.
Si puedes ayudarme pasandoselo a amigos y seguidores genial.
Necesito opinion para publicarlos y tener ideas de que debo mejorar o que debe quedar tal cual
saludos!
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01/05/2013 en 18:13
Me alegra Rafa tu articulo, enhorabuena!!! Me quedo con la palabra JUEGO (creo q fue nuestro primer encuentro), a lo mejor es la enseñanza que nos dan los numeros… Que mejor para jugar que los encajes matemáticos?
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02/05/2013 en 18:56
Como en la vida nada es matemático, como nada resulta producto de una fórmula por mucho que nos empeñemos…habrá que jugar y arriesgar, no?
Gracias por tu visita! Un beso!
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